Probablemente desde la infancia se nos ha inculcado que «querer es poder», frase que dicta que debemos sostener valores como la motivación, la voluntad y el esfuerzo para conseguir un objetivo deseable. Sin embargo, poco se nos dice sobre qué realmente hacer, convirtiéndose esta frase en una desesperanza que lastima nuestra autoestima.
Nadie nos ha dicho que los pensamientos y sentimientos tienen una fuerte influencia en nuestro comportamiento, pudiendo éste convertirse en problemático y a su vez alejándote del tipo de vida que quieres tener.
Por ejemplo, después de una ruptura amorosa una persona piensa que no quiere volver a sufrir, desde este punto de elección puede tomar dos caminos, el primero es evitar abrirse nuevamente a una relación siendo afectivamente irresponsable, ¿esto le pone fin al sufrimiento? No, al contrario, esta persona estará sintiéndose insuficiente para entregarse y se llenará de culpa cuando efectivamente le genere daño a alguien más.
El segundo camino involucra tomar acciones congruentes con lo que uno quiere ser. Tenemos claro que esta persona no quiere seguir sufriendo, por lo tanto revisa su historia reflexionando sobre sus errores, falta de límites, desconocimiento de sí misma, etc., de manera que se está preparando para entrar con mejores recursos internos a su próxima relación en el futuro.
Tomar el primer o el segundo camino no es una simple elección. Podríamos pensar que el segundo es más deseable, pero es realmente factible cuando la vida ya nos está dando lo que queremos.
Pensemos que esta persona después de su ruptura conversa con su familia (porque tiene una excelente relación con sus miembros) donde empatizan con su dolor. También habla con sus amistades (red de apoyo emocional) y éstas le cuentan algunas experiencias personales con sus rupturas haciéndole saber que no está sola y que a veces así es la vida. Además es una persona que se ejercita y disfruta pintar (actividades que le aportan placer), así que a pesar del dolor de la ruptura continúa con sus pasatiempos, que eran independientes a su vida anterior en pareja (independencia).
Entonces, esta persona tendrá una alta probabilidad de superar la vivencia que hoy le causa sufrimiento y construyendo (o conservando) las cosas que benefician su vida a largo plazo.
Ahora imaginemos que esta persona al llegar con su familia y contarles de la ruptura le dicen que su problema es una tontería y que mejor debería centrarse en limpiar la casa y estudiar (invalidan su dolor y ofrecen aparentes soluciones que no ayudan en este caso). Después busca a sus amistades para darse cuenta que se han aliado con su expareja y no le ofrecerán apoyo emocional. Pensemos que en esta ocasión sus pasatiempos eran compartidos con su pareja y amistades en común y al perder estos vínculos (codependencia) y pensar que no puede hacerlo sola los abandona. Además ya no confía en las personas y termina aislándose.
La vida que quería tener se desmorona después de la ruptura y teniendo una vida menos fácil que en el primer ejemplo es natural que el camino a tomar sea el que no beneficia su vida a corto ni largo plazo.
En este caso, la persona está enganchada a sus pensamientos y sentimientos difíciles y la llevan a tener comportamientos que la alejan de lo que realmente quiere, desencadenando además cuadros de depresión (por las pérdidas y abandono de actividades que aportaban placer, de estrés (ahora anda a la defensiva porque no confía en los vínculos), adicciones, etc.
Si sientes que te has enganchado en una situación similar y que te has alejado de la vida que quieres tener, no dudes en buscar ayuda psicoterapéutica para lograr desengancharte y aprender a responder mejor a las dificultades cotidianas… O digamos, construir habilidades de desenganche.
¡Así volvemos más fácil elegir un camino favorable!